Los adolescentes demuestran ser muy cooperativos cuando conocen la verdadera magnitud de los riesgos a los que se exponen simplemente por no utilizar un elemento cuya entrega es gratuita en cualquier centro de salud
Ya sea por pedido de su pareja o por temor a experimentar menos placer, los adolescentes se resisten a adoptar la costumbre de usar preservativos. Y esto se proyecta como un grave problema de salud para el grupo más numeroso en la pirámide de edades de una población, ya que el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos pronostica que aproximadamente uno de cada cuatro adolescentes contraerá una enfermedad de transmisión sexual (ETS).
Científicos del Centro de Investigación Infantil Brad ley Hasbro, en Providence, Estados Unidos, trabajando en conjunto con otras tres instituciones dedicadas a problemas infantojuveniles realizaron el seguimiento de más de 1400 adolescentes y jóvenes de entre 15 y 21 años que manifestaron haber tenido sexo sin protección en los últimos tres meses. El trabajo determinó que las dos razones fundamentales por las que no usaban preservativos eran las mencionadas al principio: la creencia de que el condón disminuía el placer y, algo que resultó sorpresivo para no pocos investigadores: la negativa de sus parejas a tener relaciones sexuales utilizándolo.
El doctor Larry K. Brown es el autor de la investigación, que se publicó en el último Reporte de Salud Pública. El especialista afirma que resulta muy importante tomar nota de todos los miedos y actitudes que llevan a los adolescentes a tener sexo inseguro, si queremos realmente reducir la tasa de contagio de ETS, obviamente, con el VIH como el más grave de los riesgos.
No te pongas eso
Los participantes del estudio, realizado simultáneamente en Providence, Atlanta y Miami, fueron 797 mujeres y 613 varones, que contestaron una entrevista tendiente a recoger información sobre el conocimiento que tenían sobre conductas sexuales de riesgo y las percepciones particulares sobre el uso del preservativo. Las preguntas incluían también si el hecho de utilizar o no el látex era motivo de charla o negociación antes de iniciar la actividad sexual.
Respecto a este último punto, también se comprobó que para gran parte de los participantes en el estudio la cuestión ni se discutía, y en muchos casos esto obedecía a un absoluto desconocimiento de los riesgos que implica el sexo sin protección.
Por tal razón, Brown considera imprescindible aumentar el trabajo de difusión en diferentes ámbitos. Por ejemplo, los médicos, cualquiera sea su especialidad, deberán indicar al adolescente que los consulta, cualquiera sea su problema, desde una caries hasta un esguince, deberían tomarse cinco minutos de la consulta para aconsejar a sus pacientes sobre el uso de preservativos, su necesidad de comunicarlo a la pareja y hasta detalles puntuales sobre marcas y modelos de acuerdo a las necesidades que se planteen en la breve charla.
Afortunadamente, concluye el profesional, los adolescentes demuestran ser muy cooperativos cuando conocen la verdadera magnitud de los riesgos a los que se exponen simplemente por no utilizar un elemento cuya entrega es gratuita en cualquier centro de salud.
Lamentablemente, los tiempos en que se pensaba en el preservativo sólo como un eficaz y económico anticonceptivo han quedad atrás. Hoy, usarlo o no puede marcar la diferencia entre una vida sexualmente feliz o la condena a una enfermedad mortal.